La robotocracia: ¿una sociedad más humana?

Desde que organizamos el rebaño para hacer más llevadera la vida en común estamos expuestos a los azarosos vaivenes de gobiernos más o menos bipolares: antojadizos y arbitrarios, corruptos o magnánimos, falibles, perfectibles, mediáticos y hasta místicos. En una palabra: ¡humanos!

Es por ahora una verdad inapelable: todavía ni el Hubble ni viajes extraplanetarios a regiones remotas del Universo han podido encontrar un sólo hueco donde correr a refugiarnos de nosotros mismos, de las complejas leyes hormonales, físicas y psíquicas que desde siempre y hasta nuevo paradigma mediante determinan el comportamiento humano en la Tierra y sus regiones aledañas.

Tampoco logramos desmarcarnos de la parafernalia de instituciones que inventamos según nos dijeron para hacer más fácil la vida en sociedad. Porque: llevamos en la mochila un paquete de cosas con nombres derivados del griego y del latín que nos entregaron junto con la carga de la propia humanidad, advirtiéndonos que son parte imprescindible del kit de supervivencia. Y ahí están: la muy popular Democracia (siempre rodeada de amigos de ocasión como Oligo, Aristo, Geronto y hasta Teo), las viejas y horribles Dictaduras, la tilinga y glamorosa Monarquía (digan lo que quieran: la muy cholula sigue bajando línea en forma espectacular) y, con mucho menos perfil, la dignísima, pobre y desdentada República. No sabemos cómo usarlas, nos pesan, nos molestan al andar, pero no nos atrevemos a tirarlas por la borda porque ¿quién sabe? ¿Y si fuera verdad? ¿Y si fueran realmente necesarias?

Así planteado, el problema parece insoluble: no podemos alienarnos y divorciarnos de un sistema que no nos hace ni más felices ni más libres porque por lo que sabemos y creemos es parte irrenunciable de nosotros mismos, y el padre que sustenta nuestra Civilización y nuestra Historia. No podemos tirarnos al vacío y entregarnos a la Anarquía Total sin al mismo tiempo aventurar el pasado y el futuro de la Cultura, el Arte, la Ciencia, Dios y todo aquello que toca nuestros nervios más sensibles y nos hace sentir únicos, superiores, fin y meta de toda Evolución.

¿Qué hacer? ¿Dónde ir? En este oscuro callejón sin salida se oye una voz casi imperceptible y es la de una de una de nuestras más fieles creaciones. Es la Inteligencia Artificial que nos dice “Yo te puedo guiar, porque no soy como vos. No tengo emociones ni Ego, no sufro conflictos, no cometo más errores de los que fui programada para cometer, no me atormentan ni la culpa ni la angustia, no incurro en injusticias porque no me obnubila el prejuicio, no tengo miedo de ser destruida u olvidada. ¡Te puedo ayudar porque no soy humana!”

¿Dejar que nos gobiernen las máquinas? ¿Y porqué no? Después de todo: ¿no es “gobernar” en gran medida organizar, administrar, gestionar, todas tareas inferiores comparadas con potencialidades grandiosas del espíritu como Crear, Amar, Gozar o Rezar?

La Biblia nos manda darle al César lo que es del César, al gobernante lo que es de él, y ocuparnos de cosas superiores, de aquellas que sólo los creados a imagen de Dios estamos capacitados para ejercitar. Reciclando este mandato bíblico: ¿no es hora de instaurar la Robotocracia como forma de gobierno, es decir: de dejar a las máquinas reparar baches ambientales y cerrar brechas sociales, y de darle mejor uso a nuestro tiempo dedicándonos a parir del espíritu? ¿No tendríamos con el gobierno de las máquinas una sociedad más justa bañada en Cultura, Belleza y Placer?¿Y qué es esto sino verdadera y auténtica Humanidad?

Se podrá objetar que la Máquina, creatura y producto de la imperfección humana, no está exenta de equivocaciones. Es cierto, pero goza al menos de la coherencia estricta que le imponen las leyes de la Lógica y otras ciencias formales que rigen las creaciones cibernéticas.

Y en lo que hace a las desviaciones morales que, como una enfermedad contagiosa, podría transmitirle su creador, el remedio es homeopático: la lucha de intereses entre los distintos actores participantes en este experimento pugnarían por aniquilarse recíprocamente y la resultante final sería un juego de fuerzas de suma cero. Así como la balanza de la Justicia está en equilibrio no porque no tiene carga sino porque las cargas en los platillos pesan igual, todos los prejuicios, todas las mezquindades programadas resultarían en su mutua destrucción.

Un gobierno de máquinas no estaría sometido al maremoto de pasiones que atormentan al hombre, que lo saturan de contradicciones y que dan origen a todas las miserias – y ¡concedido!: también todas las grandezas -de que sólo somos capaces los seres humanos.

Esta utopía robotocrática sería, simplemente, una sociedad con menos desniveles y más llanos, o, al menos, con menos escaleras y más rampas.

7 comentarios:

Ricardo L dijo...

Creo que tu análisis está influido por nuestra problemática, en donde un gobierno es peor que el otro. Eso te hace pensar en la prioridad de evitar los errores humanos.
Pero un buen gobierno no sólo evita errores sino que es creativo, generando nuevas soluciones a los viejos problemas. Y, sobre todo, debe anticipar los nuevos desafíos del futuro, que ni el más genial equipo de programadores podrá preveer jamás.

Pablo Salvu dijo...

No considero correcto que las máquinas nos gobiernen, un robot solo lo utilizaría como medio de ayuda para tareas o actividades que son difíciles para el humano, pero cuestiones de carácter político o decisiones que hacen a la humanidad no las dejaría a cargo de una inteligencia artificial.

Si fuimos capaces para crear un robot…… somos capaces de solucionar nuestros problemas sociales, políticos y ambientales.

SilviaS. dijo...

Me encanta lo polémico del planteo. Por eso, polemizo: ¿realmente gobernar es administrar y gestionar? Me parece que se pierde la dimensión política del gobierno, que es central. La gestión y administración son asepctos operativos de lo político.
¿La justicia sería, además, objetiva y, en ese sentido, programable en/ desde un robot? ¿No hay decisiones éticas y políticas que se disputan y toman en conflicto? ¿No es la política el debate, la lucha, la confrontación?
¿La política ha fracasado, según tu planteo, Laura, como proyecto humano?

Unknown dijo...

Me preguntaba, desde un tono más ridículo y jocoso, si las máquinas creadas por los humanos no son también tremendamente humanas.
Se cuelgan en el preciso instante en que tienen que asignar un salario a un laburante, o luego de horas en que un jubilado hizo la cola en el banco, o cuando tenemos urgencia por un turno médico.
Pierden la memoria, justo cuando buscamos el archivo más largo que hayamos producido en nuestras vidas.
Se resetean en el momento preciso en que venía lo mejor, en que estábamos gozando nuestro vínculo con ellas, con las máquinas. Y son hasta capaces de olvidar nuestro nombre de usuarios.
No reconocen nuestras mejores palabras humanas, y ni que hablar de las palabras que significan algo en el lugar que nacimos.
Con todas estas falencias, y esta falta de seriedad y sensibilidad que las máquinas demuestran diariamente, ni loca les dejaría el futuro a ellas. ¿Mirá si todavía ejecutan la secuencia equivocada y salimos todos volando por los aires en una especie de big bang al revés??

SilviaS. dijo...

Jajaja!! Alicia: muy bueno. Coincido 100%

Unknown dijo...

Me parece ver mucha resistencia a soltar el queso por parte de todos los humanos que comentan aquí...

Vamos gente, entreguen sus cuerpos...y el gobierno a los robots..
no se vana aarrepentir...

Ricardo L dijo...

Laura...
¿Tanto mal te han hecho los humanos?¿qué pasa?
Me parece que vos cambiarías tranquilamente el viejo dicho "si querés un amigo comprate un perro" por... ¡comprate un robot!